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días sin sus ojos son muchos, 8760 horas
sin carcajadas son un mundo. Un mundo un poco menos bueno, un mundo mucho más
difícil.
Hay
veces que nos paramos y miramos hacia atrás, y en ese momento nos damos cuenta
de cuánto ha pasado y de cuántas cosas nunca volvieron a ser iguales. Acabó
aquel invierno, la primavera llegó con menos flores y el verano fue un poco más
frío. El otoño vino con las hojas ya
caídas y el invierno volvió a recordarnos que si quiere, puede ser un auténtico
cabrón. Y ha llovido, como llovía aquel día. Y ha llovido mucho, pero ni el
agua consiguió curarnos las heridas.
Tal vez
mucha gente lo sabía y estoy segura de que ella también, pero creo que nunca he
terminado de saber explicar qué se me fue a mi aquel día. Perdí un trozo de mí,
perdí una parte de mi vida. Y justo entonces todo lo que habíamos pasado se
guardó en el cajón de los recuerdos, el que abro al menos un par de veces al
día. Los momentos se volvieron fotos y aquella risa se volvió eco. Un eco que
trato de tener todos los días, no me perdonaría olvidarlo. Se fue. Y se fueron
con ella tantas cosas… Un ejemplo, un apoyo para todos, una forma de ver la
vida. Se fueron las fotos constantes con aquella cámara, se marchó aquella
forma de apuntarse a todo, de no dejar indiferente a nadie. Se fue la capacidad
de pelear por los suyos y de conseguir que quien estuviera con ella tendría
risas aseguradas. Se fue el “glamour” y aquellos enfados, se fueron las voces y
también se marcharon todos sus abrazos. Se fue, y lo hizo para siempre. Y volví
a recordar aquello de “qué injusto es esto a veces” que aprendí un maldito
Diciembre. Borré de todos mis calendarios los 26 y los Jueves empezaron a ser
todos nublados. Aunque reconozco que he aprendido que las fechas son simples
números y está permitido estar triste y echar de menos cualquier día a
cualquier hora. Se apagó su luz y a nosotros nos tocó aprender a caminar a
oscuras. Aun seguimos aprendiendo, las grandes lecciones se asimilan con el
tiempo.
Aun
así, si algo me ha hecho mantener la vista puesta en lo que queda por delante,
ha sido por lo que ella dejó aquí. Por esas dos personitas que son ella
dividida en dos. Son su risa y su templanza, su buen humor y sus enfados. Son
su forma de hacer las cosas, son su buena fe, su entrega. Son su amor y su
cariño, son la demostración de algo que nos quedó: “SIEMPRE QUE TÚ QUIERAS”. Y
así es, siempre. Mientras mantengamos el eco de su risa y todos los cajones de
recuerdos, estará siempre. Y más aún mientras ellos dos sigan adelante y sigan
recordándome lo grandes que son, lo grande que fue ella.
Hoy, un
año después, solo puedo desear que donde estés sepas que te llevo siempre. En
nuestra querida Salamanca está cada foto que me recuerda que me miras y me
cuidas, y conmigo está cada cosa que compartimos. Mi “madrina favorita”, mi
confidente…mi trocito de cielo. Prometo cuidar desde aquí todo lo que tú
vigilas desde allí. No estarán solos, no estamos solos.
Se que
allí estáis bien, y otro de los motivos que sacan adelante nuestro día a día es
pensar que volveremos a vernos. Y que cuando lo hagamos estarás orgullosa de
nosotros, de mi.